Está bien, lo diré sin rodeos: ser amable no siempre vale la pena. Muchas veces, nos esforzamos por ser amables y considerados con los demás, pero parece que nuestras acciones pasan desapercibidas o simplemente no son valoradas. ¿Por qué seguir desperdiciando nuestra energía en ser amables si no obtenemos nada a cambio?
Es hora de dejar de lado la idea de que ser amable es la única opción. No es egoísmo poner nuestro bienestar primero. ¿De qué sirve ser amable si nos sentimos resentidos, agotados y poco apreciados? Es momento de dejar de buscar la validación de los demás y comenzar a cuidarnos a nosotros mismos.
Establezcamos límites firmes y digamos «no» cuando sea necesario. No tenemos que estar disponibles para todo el mundo en todo momento. Aprendamos a valorarnos a nosotros mismos y a reconocer que nuestra felicidad y bienestar también son importantes.
La realidad es que no todos apreciarán nuestra amabilidad, y eso está bien. No debemos buscar la aprobación de los demás para sentirnos validados. Debemos aprender a valorarnos a nosotros mismos y a encontrar satisfacción en nuestras propias acciones, independientemente de la opinión de los demás.
Entonces, ¿por qué seguir siendo amable si no lo valoran? Es hora de liberarnos de la obligación de ser amables y comenzar a priorizar nuestro propio bienestar. No necesitamos justificar nuestra decisión de cuidarnos a nosotros mismos y poner límites saludables. Al hacerlo, nos liberamos del peso de las expectativas externas y abrimos camino a una vida más auténtica y satisfactoria.