El proceso al que me enfrento no es sencillo. Es una montaña rusa de emociones que me lleva de la determinación al cansancio extremo en cuestión de minutos. Mi mente y mi cuerpo se resisten al cambio, y en momentos como estos, todo lo que parece fácil y familiar es tentador. Sin embargo, sé que si me rindo, solo encontraré un vacío que llenará mi mente con remordimientos. Por lo tanto, continúo con mi plan de acción, aunque es difícil y agotador.
A veces, el dolor físico y mental es insoportable, y mi estado de ánimo se desploma. Siento que hay demasiado por hacer, que no puedo parar, y que estoy solo en esto. La frustración y el enojo me invaden, y en ocasiones la confusión se apodera de mí. Siento que, aunque intento ser una buena persona, la gente, en especial las mujeres, no me valoran y, en su lugar, elige a los «chicos malos».
Estos pensamientos me hacen sentir rencoroso, pero después reflexiono sobre lo que realmente importa. Me doy cuenta de que, aunque estos «chicos malos» pueden parecer atractivos a simple vista, su enfoque en las metas y en sí mismos es lo que los hace más exitosos. Entiendo que debo dejar de preocuparme por los demás y enfocarme en mis objetivos, aunque esto signifique ser un poco egoísta y antipático.
Comprendo que, en lugar de preocuparme por la aprobación de los demás, necesito actuar correctamente sin hacer daño a nadie. Solo de esta manera puedo alcanzar mis metas y mejorar mi vida. Sé que no será fácil, pero estoy dispuesto a hacer lo necesario para lograr mis objetivos y encontrar la felicidad que tanto anhelo.